La leyenda viviente del Temple Ball tal como la conocían los viajeros que visitaron Nepal en la década de 1970.
Un hachís puro, riguroso y de fijación impecable. Un sabor cítrico rico, dulce y profundo con toques de limón dulce, bergamota y kumquat.
El nepalés pone el listón más alto que todo lo que existe hasta ahora en el hachís legal, una auténtica obra maestra.